jueves, 11 de noviembre de 2010

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Llegó el invierno pero yo todavía sigo pensando en el verano

Hace tiempo que quería compartir estas fotos de nuestra huerta. Fueron sacadas al final del verano. Una de las cosas que me llevo de Vermont para siempre es esto. El amor a la huerta. Aquí aprendí a plantar y a cosechar mis propias verduras y a cocinar un montón de recetas riquísimas y originales con ellas. Hay algo muy satisfactorio en cultivar tus propios alimentos, una sensación de suficiencia, de capacidad de abastecimiento. Y además resulta muy terapéutico el asunto de sacar yuyos y cuidar cada planta, es como cambiar a un bebe, es como como cuidar al mundo.

Pero la realidad es que la huerta es ahora un recuerdo. Llego el invierno a Vermont. Todo se cosechó y la tierra está desnuda y fría, como sin vida. Todavía no tenemos nieve, solo algo de hielo. Porqué entonces sigo pesando en los días cálidos de verano, o en la brisa fresca del otoño? Porqué no me resigno y archivos las fotos en el disco externo?

Será que mañana me voy para Argentina y estoy anticipando el calorcito primaveral de las afueras de Buenos Aires?

Qué ganas de llegar, qué ganas de estar alla!! Quiero un asado violento. Quiero tomar mate hasta quedar verde. Comer empanadas hasta que mis dedos se enrieden cual repulge! Jugar con mis sobrinas, comer en familia, chusmear con amigas!

Las últimas 48 horas antes de viajar se tornan insoportables. La espera es eterna. El objetivo parece más inalcanzable con cada minuto que pasa. Falta terminar de preparar el bolso de mano, una vuelta más al lavarropas, ordenar la cocina (y aca estoy en vez de hacer eso), pasar esta noche, desayunar mañana, llevar a los chicos al cole, limpiar toda la casa, cerrarla, terminar de cargar el auto, recoger a los chicos, manejar 7 horas hasta el aeropuerto de New York, dejar el auto en un estacionamiento, despachar las mil y una valija, hacer el check-in, volar 11 horas y recién entonces, ni un minuto antes, cuando el avión aterrice y abra las puertas, me toca el momento. Ese primer paso en la manga sabiendo que estoy en suelo Argentino. Que llegué una vez más a casa. AAAAAAAHHHH, como dicen los gringos: "I can't wait!"










martes, 2 de noviembre de 2010

Cual hoja del otoño

La noticia es oficial. Nos vamos de Vermont.

Anoche les dijimos a los chicos. Sencillo, como son ellos. Papá consiguió un trabajo nuevo cerca de la casa de los abuelos en Philadelphia, y nos mudamos para alla pronto. Papá va a ir primero, después de viajar a Argentina, nosotros vamos después. Hubo algunas preguntas y comentarios, pero la noticia fue recibida con naturalidad y practicidad, tal cual como son los niños. Sin dramas ni complicaciones.

Quién pudiera ser niño toda la vida, no? O al menos conservar esa capacidad de no enroscarse, de disfrutar cada día como viene y por lo que vale, sin preocupaciones por el futuro ni nostalgias por el pasado. Obviamente, yo no. Pero estoy aprendiendo mucho de mis hijos. Dejo que ellos me guíen. Estos últimos meses fueron de mucha intensidad emocional (y laboral, un poco a mi pesar) y mirarlos a ellos jugar me salvó. Verlos apreciar cada instante genuinamente fue como prender una linterna en el medio de una calle oscura. En la boca del lobo. Gracias a ellos, tengo el horizonte claro. Mejor dicho, un poco más claro. Mi horizonte nunca está del todo claro.

No quiero dejar Vermont, no quiero alejarme de esta comunidad en la que invertí mi tiempo y mi corazón, en la que sembré paciencia y esperanza y coseché tantos amigos y colegas y experiencias únicas. No quiero irme de este lugar cuya filosofía adopté como propia, donde crecí como mujer y madre, donde sentí haber encontrado mi lugar en el mundo lejos de casa.
Pero aunque no es mi deseo, ni el resultado de mi búsqueda, si me voy con alegría y si siento que en parte, es mi decisión.

Es mi decisión porque yo tengo el poder de elegir seguir a mi compañero de vida. Es mi decisión porque sobre todas las otras cosas está hacer feliz al hombre que amo y está la felicidad misma de mi familia. Todos tenemos responsabilidad en cada cosa que nos pasa. Y nunca podría estar triste si todos ellos están bien. Mis amigos, mi carrera, mi comunidad, todo pierde significado si ellos no están felices. Es más, he masticado y rumiado este tema hasta el cansancio y ahora estoy contenta. Frente a tanta desgracia y maldad dispersa por el mundo es impensable no estar agradecida por una oportunidad de crecimiento.

Asique mis queridos lectores -- si es que hay alguien ahi todavía siguiendo este blog-- una nueva etapa se abre en mi vida. Y cual hojarasca seca que vuela sin rumbo con el viento otoñal, me dejo llevar con la certeza de que donde caiga me desintegraré solo para reintegrarme. Volveré a mezclarme en la tierra de un barrio nuevo, alimentaré las raíces de algún otro árbol en el invierno, renaceré verde en la próxima primavera y daré sombra en los veranos que vendrán.

Espero que me acompañes y vueles conmigo. Los amigos verdaderos nunca se pierden. Trillado, si, pero hay verdad en los lugares comunes.

Williston en el otoño, dificil de olvidar





El árbol frente a la puerta de mi casa, transformando sus hojas en este otoño.