Un dia perdido de Mayo, llegamos a casa y vimos un nido en el farol de nuestra entrada. Este es el segundo año que una familia de petirrojos nos elige para establecer su morada.
Al cabo de unas semanas, nacieron los flamantes pichones. Madre y padre sobrevolaban el nido constantemente trayendo comida para los críos.
Después, una cierta mañana luego de una tormenta y sobrepasado por el peso de las criaturitas, el nido cayo. Cuando salimos de casa encontramos solo a uno de los bebes paralizado al ladito del nido. No lo tocamos y acomodamos una silla cerca para que no lo viera ningun gato o conejo ni lo pisara alguien que pudiera llegar a casa distraído.
Caminé por el jardín buscándolo y de pronto vi un revoloteo de algo pequeñito en el piso. Era nuestro amigo que estaba intentando aprender a volar.
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