Tan solo pasó una semana y cuatro días desde la última vez que escribí aquí pero a mi me parece que pasaron años. De seguro pasaron miles de kilómetros.
Estoy ahora en Argentina. Viajé inesperadamente y en la vorágine de pasajes, pasaportes, valijas, despedidas y encuentros, no encontré el espacio para escribir y liberar mi mente de todos los pensamientos que la ocupan. Más que la ocupan, la atosigan.
Pero heme aquí, escribiendo en una noche de verano, justamente la que da comienzo a esta calurosa temporada.
Qué capacidad tiene el ser humano de adaptarse a las circumstancias que lo rodean!
Hace unos días, tapada de nieve, en la soledad y la distancia de un lejano y pérdido Vermont.
Unos días después, tapada de mosquitos, en la compañía y el calor de la humeda y familiar Buenos Aires.
Y sin quebrarme en dos, aunque ganas no me faltan. Sobre todo cuando camino por esos pasillos de la pobreza y la tristeza y veo el sufrir del hombre a metros mío. Lo miro, lo huelo, lo escucho, lo toco. Y recibo las vibraciones de la confusión y el miedo. Y el pasado resucita como un gigante enojado que estaba dormido para cobrar facturas viejas.
Y me sigo adaptando como si fuera todo tan mío como si nunca me hubiera ido, como si fuera todo tan mío como si nunca se hubiera ido.
1 comentario:
Es tu "casa" Mariuch ! es el "hogar" ... es lo conocido y lo que llamamos NUESTRO. Es donde (por lo menos yo) me siento 100 % Clara. Es, al fin y al cabo, nuestra golpeada y sufrida patria, no?
Como va todo?
Besos grosos. tqm
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